jueves, 25 de septiembre de 2014

Poema de la semana II: Pablo Neruda y el Pacífico.

En un día como hoy, 25 de septiembre, en 1513, Vasco Núñez de Balboa descubrió el océano Pacífico, allá por Panamá. El Pacífico me trae los versos de Pablo Neruda (o es más bien al revés). Os dejo un poema de su libro Una casa en la arena, donde, en verso y en prosa evoca el mar y todo lo que lo rodea.
Casa de Neruda en Isla Negra, donde reposan los cuerpos de
Neruda y su mujer Matilde Urrutia, que actualmente
es un museo en honor del premio Nobel chileno.

El mar 
El Océano Pacífico se salía del mapa. No había donde ponerlo. Era tan grande, desordenado y 
azul que no cabía en ninguna parte. Por eso lo dejaron frente a mi ventana. 
 Los humanistas se preocuparon de los pequeños 
Hombres que devoró en sus años: 
 No cuentan. 
 Ni aquel galeón cargado de cinamomo y pimienta que lo perfumó en el naufragio. 
 No. 
 Ni la embarcación de los descubridores que rodó 
Con sus hambrientos, frágil como una cuna desmantelada 
En el abismo. 
 No. 
 El hombre en el océano se disuelve como un 
Ramo de sal. Y el agua no lo sabe. 

El mar 
El Mar del Sur! Adelante, descubridores! Balboas y 
Laperouses, Magallanes y Cookes, por aquí, caballeros, 
no tropezar en este arrecife, no enredarse en el sargazo, 
no jugar con la espuma! Hacia abajo! Hacia la plenitud 
del silencio! Conquistadores, por aquí! Y ahora 
basta! 
 Hay que morir! 

El mar 
Y siguen moviéndose la ola, el canto y el cuento, y la 
muerte! 
 El viejo océano descubrió a carcajadas a sus descubridores. Sostuvo sobre su 
movimiento maoríes 
inconstantes, fijianos que se devoraban, samoas comedores 
de nenúfares, locos de Rapa Nui que construían 
estatuas, inocentes de Tahití, astutos de las islas, y 
luego vizcaínos, portugueses, extremeños con espadas, 
castellanos con cruces, ingleses con talegas, andaluces 
con guitarra, holandeses errantes. Y qué? 

El mar 
El mar los descubrió sin mirarlos siquiera, con su contacto 
frío los derribó y los anotó al pasar en su libro de 
agua. 
 Siguió el océano con su sacudimiento y su sal, 
con el abismo. Nunca se llenó de muertos. Procreó en 
la gran abundancia del silencio. Allí la semilla no se 
entierra ni la cáscara se corrompe: el agua es esperma y 
ovario, revolución cristalina. 

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